YPFB cuenta con un plan de industrialización cuyo horizonte de tiempo se extiende para los siguientes 30 años. Este plan, concebido como una cadena de complejos petroquímicos, comenzó con la construcción de dos plantas separadoras de líquidos: Río Grande en Santa Cruz y Carlos Villegas en Yacuiba.


La era de la PETROQUÍMICA

La leyenda cuenta que Diego Huallpa fue quien descubrió accidentalmente la plata que el Cerro Rico de Potosí atesoraba en su seno. Mientras buscaba una de sus llamas perdidas, en un atardecer de 1545, prendió una fogata para entrar en calor. El calor hizo que surjan algunos brotes de plata a flor de roca y, de ahí en más, la historia “Vale un Potosí”.

Desde entonces hasta nuestros días el país ha transitado por un camino signado por la permanente extracción de materias primas. La plata de los tiempos coloniales dio pie al guano y el salitre que desencadenó la Guerra del Pacífico. Luego, en los inicios del siglo XX, la goma generó un nuevo conflicto que terminó con el Acre en manos brasileñas. Años más tarde la disputa por el petróleo enfrentaría a Bolivia y Paraguay, hasta que con la firma de la llamada Paz del Chaco se selló un cruento conflicto que marcó el alma de todo un país, pero que dio lugar al nacimiento de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos.

Hoy corren los años del gas natural y Bolivia atraviesa un momento excepcional en cuanto a sus indicadores macroeconómicos. Crecimiento sostenido, redistribución de ingresos y una bonanza nunca antes vista le han valido para ser uno de los países de mejor desempeño económico de América Latina. Sin embargo, anclar el buen pasar a la tradicional extracción de materias primas significaría repetir la historia que por casi cinco siglos ha mantenido al país en el rezago productivo frente a sus pares de la región.

Es por eso que con el correr del siglo XXI se impone un nuevo reto, la industrialización de los hidrocarburos surge como la oportunidad para que Bolivia rompa paradigmas e ingrese en una era de innovación tecnológica y consolidación de complejos industriales que transformen la materia prima en productos con valor agregado.

De la era del gas a la era de la petroquímica, ese es el desafío que los bolivianos afrontan para transformar a la Bolivia extractivista en una Bolivia productiva y moderna.

Para ello, YPFB cuenta con un plan de industrialización cuyo horizonte de tiempo se extiende para los siguientes 30 años. Este plan, concebido como una cadena de complejos petroquímicos, comenzó con la construcción de dos plantas separadoras de líquidos: Río Grande en Santa Cruz y Carlos Villegas en Yacuiba, a las que se sumó un tercer eslabón, la Planta de Amoniaco y Urea (PAU) ubicada en la localidad de Bulo Bulo, Cochabamba, que al igual que sus predecesoras es operada 100% por bolivianos y permite la producción y exportación del primer producto con valor agregado derivado del gas natural, la urea granulada.

La PAU es la base de lo que se consolidará como el primer complejo petroquímico de Bolivia, el cual estará compuesto por seis plantas más para la producción de metanol, urea formaldehido, nitrato de amonio, NPK, además de dos plantas de fertilizantes como el fosfato monoamónico y el fosfato diamónico.

Más al sur, en Yacuiba, Tarija, se construirá el segundo complejo petroquímico del país destinado a la producción de propileno y polipropileno, a lo que se sumará un Centro de Innovación tecnológica de Industrialización.

Tanto con el complejo petroquímico de Bulo Bulo, como con el complejo petroquímico de Yacuiba, el país estará en condiciones de transformar el gas natural en productos de valor agregado como fertilizantes y plásticos. El efecto multiplicador de estos proyectos viabilizará el surgimiento de nuevas oportunidades industriales, generación de mano de obra, exportaciones no tradicionales, el fortalecimiento de la cadena agroproductiva y, sobre todo, el cambio en la matriz productiva del país.

En términos de negocio, el ingreso de Bolivia a la era de la petroquímica significa embarcarse en una industria que provee de insumos a la medicina, el transporte, la construcción, el procesamiento de alimentos, los embalajes y demás. Se calcula que la demanda de productos petroquímicos mantendrá una demanda constante por las siguientes décadas a nivel mundial. Como dato, sólo el mercado norteamericano moverá 100.000 millones de dólares, sin tomar en cuenta mercados emergentes.